La Colegiata de Olivares

Siglo XVII. Barroco

Plaza de España

Edificio más representativo y vinculado a la figura del Conde Duque. Fundada como capilla y panteón familiar por sus padres, los II Condes de Olivares, alcanza gracias a una Bula Pontificia gestionada por Don Gaspar de Guzmán el rango de Colegiata, que la dotaba de autonomía frente al Arzobispado de Sevilla.

Es uno de los principales exponentes de la arquitectura del XVII en la provincia, y alberga en su interior un excepcional patrimonio mueble de los principales artistas del momento: María y Luisa Roldán, Ruiz Gijón, Montes de Oca, José de Escobar, Bernardo de Cabrera o Matías de Brunenque.

La Colegiata es panteón de los Condes de Olivares, y reside en ella la Hermandad de la Soledad.

El pintor Juan de Roelas (1570-1625) Se encuentra sepultado en la cripta de los Abades, siendo canónigo de la Colegial y considerado como introductor del naturalismo en la escuela sevillana.

La Capilla de las Reliquias es un ejemplo más de poder político y eclesial de la familia de los Guzmanes, siendo uno de los relicarios más importantes de España.

Enrique de Guzmán, II conde de Olivares, fue alcaide del Alcázar desde 1552. En 1590 el papa autorizó la creación de una capilla en Olivares. Esta estaría dotada de doce capellanes y de un capellán mayor. El primer capellán mayor fue Jerónimo de Beltrán, que también era capellán del Real Alcázar de Sevilla. ​ El pintor Juan de Roelas fue capellán mayor entre 1603 y 1606.

El papa Gregorio XIII dio su autorización papal para la creación de una capilla en Olivares en 1590, pero no empezó a construirse hasta comienzos del siglo XVII. En 1606, el II conde de Olivares dejó dispuesto en su testamento los fondos para construirla, entre los que están los ingresos del Monte Fideicomiso que había fundado en Olivares en 1604. ​ En 1606 ya se encontraba trazada la planta de la iglesia y el II conde de Olivares le pidió al capellán mayor, Jerónimo de Beltrán, que supervisara las obras.

No obstante, las obras estuvieron paralizadas durante unos veinte años, hasta que fueron continuadas por Gaspar de Guzmán, el conde-duque de Olivares, que fue valido de Felipe IV.  Esto ayudó que el conde-duque hubiera heredado de su padre el título de alcaide del Real Alcázar de Sevilla, ya que a partir de entonces contraría con la colaboración de los artesanos y arquitectos de ese palacio real para su obra de Olivares.​ El primero de estos colabores fue el arquitecto Vermondo Resta, que fue maestro mayor del Alcázar desde 1603.​ La labor de Vermondo Resta en la construcción de este templo no se sabe con certeza, aunque probablemente se dedicó a trazar la planta y a elaborar el presupuesto de la construcción.

En 1661 el abad encargó la realización de la torre a Francisco López Florín,​ que no la llegó a terminar. La torre fue concluida en 1689. En 1750 fue reformada.

En 1650 Luis de Haro, IV conde de Olivares, nombró a Sebastián de Ruesta como maestro mayor del Alcázar y del condado de Olivares. Aunque durante los 20 años que fue conde Luis de Haro las obras de la colegiata no avanzaron, antes de morir dejó dispuesto que Ruesta se encargase de reconstruirla. Aunque la colegiata ya había sido construida años antes, había sufrido numerosas reformas y no había quedado a gusto del conde ni del abad. Ruesta llegó por primera vez a la colegiata en 1662 para la realización del túmulo funerario de Luis de Haro.

Sebastián de Ruesta proyectó un templo de cruz latina, con tres naves y capillas laterales. La nave central estaría separada de las laterales con columnas pareadas que sostendrían arcos de medio punto. En 1667 Ruesta compró a los carmelitas descalzos 20 columnas de mármol blanco que estaban en el convento de Nuestra Señora de los Remedios, en Sevilla. Ruesta falleció en 1669.

La cúpula del crucero, la capilla sacramental y el trascoro no corresponden al proyecto de Ruesta. La cúpula fue reconstruida en 1713 para elaborar la actual, más esbelta. Los vidrios de las ventanas de la cúpula fueron realizados por José del Pino y Francisco Ruiz de la Plaza. ​ La capilla sacramental fue realizada en 1694 y el trascoro, obra de José de Escobar, fue realizado entre 1703​ y 1706. ​ En los laterales del tejado hay una balaustrada con pináculos cerámicos. ​

En 1779 el maestro de obras Pedro Muñoz Moreno integró las seis capillas de la nave del evangelio dicha nave. Posteriormente se agrandó la contaduría y, en 1783, se reconstruyó el arco que une la iglesia con el edificio del pósito.

Interior del templo

Cúpula central

Panteón de los Condes

Capilla de las Carboneras

Capilla de las Reliquias

El Coro